Los primeros dos años de vida son durísimos, no nos engañemos. Crecimiento, desarrollo,
alimentación, dentición… Un ritmo frenético de cambios que a las mamis a veces se nos hace
un mundo. Y cuando tu bebé está malito… ¡apaga y vámonos! Se nos va la vida con ellos, pero
no podemos hacer nada… ¿O sí?

La respuesta es sí y no. No puedes evitar que esté malito, una vez el virus entra, su sistema
inmune tiene que combatirlo y “ganar” la batalla. Pero sí podemos reforzar esas líneas de
defensa, para que en caso de virus (a veces inevitables) pasen lo más rápido y leve posible.
Y eso se nota. En mis 15 años de Nutrición Infantil he visto casos clarísimos de niños que
enfermaban constantemente y qué casualidad, comían FATAL.
Vamos a la parte constructiva; ¿qué puedo hacer para fortalecer las defensas de mi peque?
- Prolongar la lactancia todo lo que puedas (en serio, lo que puedas, no hace falta morir
en el intento) - Asegurar su descanso, pero olvídate de las tablas, no me refiero a eso, me refiero a
que pueda dormir cuando está cansado, no cuando nos va bien por horario. - Aire libre: los niños necesitan salir, jugar, cansarse, ver cosas, exponerse a la
temperatura ambiental y al sol. Este último es muy importante para la síntesis de
Vitamina D, que a efectos prácticos funciona como una hormona, y como tal, regula
muchos procesos, y es fundamental para el correcto funcionamiento del sistema
inmune. - Nutrición correcta. Y aquí abro capítulo, por supuesto.
¿Qué es una nutrición correcta en un bebé/niñ@? Pues una vez iniciamos la alimentación
complementaria, los bebés deberían ir probando e incorporando casi todos los alimentos. Los
alimentos, no los “productos alimentarios”, lo que no lleva etiqueta.

Consumo diario de frutas y verduras. Enteras, con su fibra y sus vitaminas y sus azúcares
naturales enteros.
- Un zumo de fruta NO equivale a una fruta.
- Una papilla NO equivale a una fruta.
- Una hamburguesa de pollo con espinacas NO equivale a una ración de verdura. Y yo diría que eso es lo más importante, porque el arroz, la pasta, las patatas… eso en general no cuesta introducirlo a los niños y los alimentos proteicos (carne, pescado, huevo), tampoco
Todo esto entendiendo varios conceptos:
Los niños se autorregulan, en cantidades y en nutrientes, ¡confía!
Es normal que cuando están malitos tengan menos apetito, no pasa nada, pasará y
volverán a comer más y mejor. Atender sus apetencias es importante, lo que apetece,
conviene.
Asegurar hidratación. Si aún son lactantes, probablemente tomen más y si no toman
leche materna, es más importante todavía ofrecer agua.
Mucho amor y paciencia, eso todo lo cura.
Y así, manteniendo una buena nutrición, fomentamos una línea de defensa importantísima, el
intestino, que se nutre básicamente de fibra, presente en vegetales, y que se altera con cosas
como el estrés, la toma de antibióticos (¡no abusar ni automedicar nunca!) o la mala
alimentación.
Así que ya ves, cuidar las defensas pasa también por cuidar la alimentación.
María Pulido Nutricionista y Embajadora de De Mami a Mami